Por su parte, Mariana regresa a su apartamento de soltera en un intento por reorientar su vida y encontrar su lugar. La arquitecta parece revivir los recorridos citadinos de los poemas de Storni y, a diferencia de Martín, encuentra pequeños tesoros arquitectónicos en la amalgama de edificios de la ciudad. Uno de estos es el edificio Kavanagh, donde trabajó como guía turística en el pasado. La historia detrás de la construcción de este rascacielos es lo que lo hace especial a los ojos de Mariana, pues se trató de una construcción auspiciada por Corina Kavanagh como venganza a la familia Anchorena por prohibir la relación que mantenía con uno de sus integrantes. El edificio tapó la basílica del Santísimo Sacramento impidiendo que los Anchorena tuvieran visión de su iglesia desde su mansión. La motivación de Kavanagh se aleja de cualquier plan de ordenamiento, lo que la motiva es el dolor resultante de su desengaño, y ese gesto logra darle un giro a la desesperada angustia por partir en cubos la ciudad. A estos dos versos de Storni «En la ciudad, erizada de dos millones de hombres, / no tengo un ser amado…» parece responder la película de Taretto, que conjura a dos confinados a salir del caparazón y por fin encontrarse.